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elindomable

Naranja

Naranja

De vuelta a casa. Toda la noche por ahí, perdido en bares. Hacía mucho que no salía y que no se pasaba una noche en vela. Ese día vió amanecer desde el tren de cercanías. Nunca lo había hecho. Miraba a su alrededor y todo el mundo, la mayoría gente que iba a trabajar, trataba de no dormirse. Él estaba muy despierto aunque tenía el cuerpo y los pies molidos. Pero eso daba igual. Hacía mucho tiempo que no bailaba así y que no acompañaba a una chica hasta casa. El recuerdo de esas sensaciones le llenó y le vació: le dió fuerzas para seguir y le quitó ánimos para seguir esperando. Necesitaba esas sensaciones aunque no fuera con ella. ¿Aquello era tan raro o le pasaría a más gente? Bah, ni idea. ¿Qué más daba?

Creyó estar cerca de la estación de Atocha. Se acordó de aquel amanecer y de la gente que, posiblemente, vió un cielo así esa mañana. Ya faltaba menos para llegar a su casa. Su pequeño cuarto estaba cerca de los grandes colosos de Madrid. Tenía muchísimas ganas de ver esos edificios por la mañana con aquella luz naranja tan intensa, pero si el tren tardaba más de quince minutos ya sólo vería una luz limpia y cristalina. Nada de naranjas.

Ya despuntaba el sol entre edificios negros que pasaban por su derecha a toda velocidad. Aún tenía el frío metido en el cuerpo por haber acompañado a esa chica hasta su casa y ni una calefacción brutalmente fuerte le aliviaba. Esa noche no podría contar ninguna historia interesante. Realmente sólo había salido, bebido, bailado, reído y poco más. Ni romances, ni personas nuevas. Tampoco nada especial. "Para de sonreir", pensó. El tio de enfrente ya le miraba con cara rara. "Joder, si no quisiera dormir solo no me iría contigo". Cree recordar que lo dijo para sí mismo... o puede que lo dijera en voz alta. Cosas del vodka. El tren paró y él se echó a correr hacia la puerta porque estos cercanías no tardan mucho en largarse del andén. La estación no tenía tanta gente volando sobre el suelo como a diario pero tardó un rato en llegar a las escaleras mecánicas. Aquella era una gran estación. Salía ya casi a la calle cuando le comenzó a vibrar el teléfono. ¿Qué hacía despierta a esas horas? Diez minutos más tarde entraba a casa. No era la chica a la que había acompañado; era la chica que era suya. No vió los edificios manchados de naranja. No vió nada que no fuera a esa morena en su cama.

3 comentarios

Nico -

Y yo tan contento... Por cierto, a ver cuando nos ponen el ADSL en casa y puedo escribir más. Qué odiseas!

Seguimos por el sur... -

Lo bueno de esta historia es que no se acaba,como algunas personas.El final no existe,lo que está por llegar sólo es el comienzo.El chico que viaja en cercanías lo sabe,la chica que se acaba de quitar los zapatos a esa hora se lo asegura.

Una cordobesa -

Querido compi de asiento y de muchos aguantes de profes que no han estado como nosotros, esperando una oportunidad... he de decirte que me alegro simplemente de haberte conocido y de poder disfrutar muchas más horas de esas interminables clases, por lo menos... hasta octubre.
Y ya de paso que sepas que me alegro mucho de que las cosas vuelvan a su cauce. Todo se solucionará, ya lo verás!. La tendrás de nuevo aqui contigo. Yo por mi parte, al menos eso espero, pa que mi cabeza deje de dar vueltas.
En definitiva, ellos son demasiado importantes en nuestras vidas.