Lisboa (o cómo aprendí a desconectar de todo).
Madrid. T4. Airbus de Vueling. 50 minutos en el aire. Aeropuerto de Lisboa. Autobús. Paseo. Hotel bastante bueno. Paseo hacia el centro... y ¡bofetada en la cara! Si no vas preparado para una ciudad así de bonita, es lo que acabas recibiendo. Y las buenas bofetadas, cuando son a tiempo, son uno de los mejores revulsivos que puede haber. Paso a paso Lisboa se abre ante tí, desplegando un encanto que no reside en ningún sitio en concreto sino en cada rincón. Es cierto que hay sitios maravillosos (Plaza del Comercio, Barrio Alto, el Chiado, Alfama o Graça....) pero lo mejor no son los monumentos, sino perderte en sus calles. Es una ciudad muy acogedora y que, para aquellos que disfrutan con los pequeños detalles y en el simple hecho de estar fijándote en ellos, es un placer como pocos. A veces, paseando por Lisboa o Sintra, puedes llegar a entender eso que se conoce como el síndrome de Stendhal. A mí me ha venido perfecto para desconectar, para darte cuenta de qué te importa y de quién te importa y, sobre todo, para marcar un punto y aparte en un año más bien duro con el master y demás. Señores, les recomiendo Lisboa con todo mi coraçao!
6 comentarios
Elindomable -
Borja -
Pobre furby -
Bueno, que a ver cuando echamos esas cañejas togother por los madriles y cuando tenga mi casita a punto hacemos esa cenita pendiente.
P.D.: La vida es una tómbola, tom, tom, tómbolaaaaa!
teresa -
Javip -
Sara -