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elindomable

Todo por una recarga.

Todo por una recarga.

 

Cuando se pasea por la calle con los ojos bien abiertos puedes llegar a descubrir cosas realmente insólitas. En ocasiones eso que te llama la atención puede ser algo muy normal. Lo que hace que esa persona o cosa sea especial es la imaginación, que le atribuye una historia con pasado y un probable futuro. Ésta es la nueva entrega de elindomable productions.

El semáforo en rojo. Todos lo veían pero nadie miraba más allá. Una chica joven, de unos 16 años como mucho, se para frente al paso de peatones. Lleva un par de coletas sueltas, un vaquero pirata, una camiseta de tirantes blanca y unas sandalias del mismo color. En la mano izquierda lleva un mp3 que no es de una marca concreta, masca chicle con la boca abierta y lleva unas gafas de sol que apenas ocultan sus ojos. Sigue allí parada. No tiene las piernas delicadas ni finas. Lo que sí tiene es buen tipo. Uno de esos cuerpos más cercanos a los de Rubens que a otra cosa, pero sabe (y nota) que es un objeto de deseo para casi cualquier hombre. No se anda con miramientos, no tiene unos movimientos depurados y no es demasiado educada... pero intuye que ése es precisamente su poder.

Todo por una recarga de móvil. 6 euros. 10 euros. 20 euros. 30 euros. Todo depende de cómo vaya el encuentro. Todo depende del grado de desesperación del otro. Al principio comenzó con algunos de clase, más tarde con un profesor particular que nunca dejaba de mirarle los hombros y al final con conocidos de sus padres. Luego todo acabó por cambiar. Muchos se arrepentían tras la primera vez y otros trataban de hacerle chantaje. La solución para ella pasaba entonces por Internet. Los amigos, conocidos y profesores cambiaron por tíos desconocidos. Un mail, me agregas el messenger o me das tu móvil. Comenzaba por la webcam. Siempre era igual. Llegaba la noche, sus padres se iban a la cama y ella comenzaba a caminar por un mundo que papá y mamá jamás podían siquiera intuir. Otras veces era por la tarde, cuando no había nadie en casa. No es un mal truco para tener pasta: una recarga, una videollamada, una petición, se cumplía si llegaba el dinero, fuera la ropa, haz algo... Casi siempre pedían lo mismo y al final sale de forma mecánica.

El semáforo es muy lento. Parece que nunca se va a poner verde. Justo delante de ella ve cómo un hombre de unos 45 años le mira babeando como un cerdo. Nadie lo ha visto pero se ha tocado el paquete mientras la miraba. En la mano lleva una alianza. Todo por una recarga de móvil. De pronto se siente vacía y una sensación de asco le recorre todo el cuerpo, desde lo más profundo hasta la piel que la recubre. Casi siente ganas de llorar pese a que no lo hace desde la primera vez que accedió a uno de estos encuentros. Está harta. Saca el móvil y llama a su padre para pedirle que venga a buscarla. Su padre no cogerá nunca esa llamada porque tiene el teléfono en silencio y está reunido. Cuando ya han sonado 5 tonos cuelga. Decide llamar a Dani. "¿A qué hora quedamos?". Sí, lo que sea a cambio de un poco de coca. Le dice que si se porta bien tendrá toda la que quiera. Algunas rayas aliviarán su alma, aunque nunca ha creído que la tuviera.

3 comentarios

María -

Como siempre muy bueno. Pero no te lo creas, ok? Un besín!

Anónimo -

Me ha gustado muchísimo este cuento. Algunas culpas son díficiles de expiar, eso es cierto. ¿De dónde has sacado esta historia?

nosue -

¿¿cuál es la manera de aliviar el alma, de expiar las culpas??
Me alegro de haber pasado por aquí, un saludo