Sensaciones

No creo que nadie pueda imaginar cuánto brilla el suelo de Gran Vía por la mañana. Subió, como siempre, por la salida de la izquierda, luego por las escaleras mecánicas de la derecha, luego giró a la derecha y subió otro tramo de escaleras, luego pasó los tornos tras adelantar a dos viejas, luego giró a la izquierda, luego subió más escaleras mecánicas, luego giró a la derecha y, al final, giró otra vez a la derecha. Tras el laberinto vió al fín la luz, pero aún no le dió en plena cara. Trepó a buen ritmo las escaleras de piedra marcadas con una banda fosforita. El sol. Fortísimo. Haciéndose fuerte en su contacto con el suelo. Las aceras brillan pero él no sabría decir si las personas que por ella transitan hacen que brille más o que se apague su luz. Siempre sentía esa constante lucha en su interior: ¿La gente apesta y en general es mala? ¿La gente es buena y hay que tener esperanza en el maldito género humano? En fin, no tenía el día para comerse demasiado la cabeza.
Esa noche tampoco había dormido demasiado. La luz cegadora de Gran Vía al amanecer, no obstante, le gustó. Las calles casi vacías aún despedían un aroma extraño. Las prostitutas ya no estaban allí para merodear alrededor de los hombres que pasan. Tampoco había fariseos dispuestos a mirarlas con mala cara delante de su mujer y, acto seguido, comérselas con el rabillo del ojo. En ese momento la calle se convirtió en un lugar muy pacífico, casi un hogar. No fue un mal modo de empezar el día. Él no quería pensar demasiado ni sentir demasiado. Tan sólo trataba de ocupar con mil sensaciones el espacio que dejaron las ideas y los sentimientos.
6 comentarios
Nicolás -
Un beso a todos!
Anónimo -
Nicolás -
Tu fan nº 1 -
Anónimo -
Ciao!
teresa -