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elindomable

Sensaciones

Sensaciones No creo que nadie pueda imaginar cuánto brilla el suelo de Gran Vía por la mañana. Apenas eran las 8 y el sol parecía surgir desde muy abajo, justo desde el borde de la acera. Salía, rebotaba y se metía directamente dentro de sus ojos. Aún notaba su cara tirante por el after shave que se había dado tan sólo unos minutos antes. En el viaje en metro apenas se fijó en nada pese a que en el vagón había ese día todo un muestrario de especímenes: una chica que se ponía demasiado cariñosa con su novio por obra y gracia del alcohol, otra con el pelo demasiado sucio para ser esas horas, un enano que se dormía mientras las piernas le colgaban del asiento o, también, un hombre que leía el ABC asintiendo constantemente. Así de interesante estaba el metro esa mañana pero él, mientras subía andando por las escaleras mecánicas (lo hacía siempre así porque no le gustaba esperar), tan sólo podía recordar del trayecto una canción de Zero 7 que había escuchado.

No creo que nadie pueda imaginar cuánto brilla el suelo de Gran Vía por la mañana. Subió, como siempre, por la salida de la izquierda, luego por las escaleras mecánicas de la derecha, luego giró a la derecha y subió otro tramo de escaleras, luego pasó los tornos tras adelantar a dos viejas, luego giró a la izquierda, luego subió más escaleras mecánicas, luego giró a la derecha y, al final, giró otra vez a la derecha. Tras el laberinto vió al fín la luz, pero aún no le dió en plena cara. Trepó a buen ritmo las escaleras de piedra marcadas con una banda fosforita. El sol. Fortísimo. Haciéndose fuerte en su contacto con el suelo. Las aceras brillan pero él no sabría decir si las personas que por ella transitan hacen que brille más o que se apague su luz. Siempre sentía esa constante lucha en su interior: ¿La gente apesta y en general es mala? ¿La gente es buena y hay que tener esperanza en el maldito género humano? En fin, no tenía el día para comerse demasiado la cabeza.

Esa noche tampoco había dormido demasiado. La luz cegadora de Gran Vía al amanecer, no obstante, le gustó. Las calles casi vacías aún despedían un aroma extraño. Las prostitutas ya no estaban allí para merodear alrededor de los hombres que pasan. Tampoco había fariseos dispuestos a mirarlas con mala cara delante de su mujer y, acto seguido, comérselas con el rabillo del ojo. En ese momento la calle se convirtió en un lugar muy pacífico, casi un hogar. No fue un mal modo de empezar el día. Él no quería pensar demasiado ni sentir demasiado. Tan sólo trataba de ocupar con mil sensaciones el espacio que dejaron las ideas y los sentimientos.

6 comentarios

Nicolás -

Anda ya... qué cosas (o bromas tiene la vida). Si al final tendré fans jajaja. Bueno, prometo escribir más posts pronto, muy pronto. El curso empieza ya y por fin gozaremos del intennné en casa... así que prometo ponerme al día.
Un beso a todos!

Anónimo -

Yo también he llegado aquí por casualidad y me he quedado impresionada.De hecho he leido todo lo que has escrito es esta blog.¿Podría saber algo más de ti?Quizás a través de email.Gracias

Nicolás -

Pues no, pero se agradecen. Un beso!

Tu fan nº 1 -

Despues de comentarios como ese ¿empiezas ya a creertelo??

Anónimo -

Me ha encantado. He llegado a tu blog por casualidad y no sé quien eres. Me gusta tu forma de escribir.
Ciao!

teresa -

que si la gente es mala? pero a estas alturas y todavía tienes alguna duda sobre eso?